domingo, 28 de marzo de 2010


ELECCIONES Y DIGNIDAD
Leandro Area

“Sigue creyendo creyón” me apunta un amigo que ya no vive aquí y que se fue para eludir la calima social que nos agobia. “Bueno, es verdad” me digo yo, y esto hay que comunicárselo al país para que lo entienda y se embraguete en la decisión de participar en las elecciones de septiembre para darle un parao a Chávez. Porque la actitud pendenciera del gobierno no va a variar como resultado de un triunfo opositor, sino que más bien radicalizará su discurso, decidirá arbitrariamente por sobre la opinión de la nueva Asamblea Nacional, atizará odios, espumará demás, pero el arpón democrático habrá hecho lo suyo y será hora política y ciudadana de plantearnos nuevos caminos de lucha para construir un país que se parezca a nuestras –en plural- ilusiones y deseos.
Muchas cosas van a ocurrir en Venezuela de aquí al septembrino mes electoral que se avecina y todas dentro de un clima de crispación política, social y quién sabe qué más, pues un proyecto-ambición, político y totalitario, cuántas veces decirlo, ha dividido al país en dos bandos hasta hoy irreconciliables, a capricho y bolsillo de un comandante-presidente “elegido legítimamente a través del voto popular”. Éxito electoral y fracaso histórico. Buena contradicción ésta para los entendidos.
Confrontación he dicho y no contienda civilizada, puesto que la situación enervada del sistema político venezolano no permite, desde nuestra realidad, hablar en los términos idílicos y pintorescos que se exponen hasta en la más rupestre enciclopedia que sobre la democracia exista. Aquí lo que pulula es una forma ladina de guerra civil encubierta, calculada y administrada desde el poder, que se expresa en violencia cotidiana, indefensión ciudadana, corrupción autorizada, miedo, ineficiencia, instituciones títeres y compra-venta de conciencias en todas las esferas. Petróleo matando dignidad.
No quiere decir, reitero, que un relativo y optimista resultado a favor de la oposición que la haga acreedora de entre el 33 y el 55 por ciento de las curules legislativas vaya a cambiar el temperamento del gobierno. Su estilo y médula seguirán siendo lo que no pueden dejar de ser y es posible que su naturaleza militar se neurotice más aún frente al avance de quien ellos consideran su enemigo. Esa es la “estirpe democrática” del gobierno.
Mas si los resultados oscilan entre las cifras antes mencionadas, al gobierno se le plantará una piedra en el zapato que le impedirá que los debates en la nueva Asamblea Nacional sigan siendo el sainete que han representado hasta ahora. Obligarán a que en las distintas comisiones tenga que haber oposición y que el espacio vital de la Asamblea ya no sea exclusivamente ocupado por el chavismo. Es verdad que vendrán nuevas marramuncias, agresiones, mal de ojo, pero tendrán que calárselos, porque el soberano tomará la decisión de barajar la mano. Ojala que la oposición se dé cuenta de esto, que no es sino la responsabilidad por la cual seremos juzgados cada día.


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sábado, 27 de marzo de 2010

“Tercería” o unidad nacional

Argelia Rìos

EL UNIVERSAL, Marzo 26, 2010


Todos sabíamos que el debilitamiento de Chávez acentuaría su ferocidad y nos expondría a mayores riesgos. ¡Claro que el país nos necesita indignados!, pero también nos requiere serenos. Las transiciones son tremendamente complicadas y, a juzgar por la tormenta, es probable que en Venezuela nos encontremos a poco de iniciar la nuestra. La fragmentación del campo revolucionario anuncia un ciclo que nos pondrá a prueba. El camino que tomen las contradicciones del “proceso” dependerá en buena medida de la comprensión que tengamos de ellas. La lucha democrática podría resultar fortalecida, si todos estos hechos derivan en giros favorables a la concreción de pragmáticas convergencias.


Los últimos desprendimientos -ya se ha dicho- son distintos a los anteriores: se están dando en un instante político que los disidentes de la revolución juzgan -coincidiendo con la oposición- como crucial. La jornada del 26S tiene un significado semejante entre todos los sectores que hoy buscan la recomposición de los equilibrios perdidos. Allá y acá se escuchan voces y cálculos similares: para luego, es tarde; llegó la hora de actuar.

El paisaje político está mutando hacia algo por lo pronto indescriptible, cuyas características serán la consecuencia de lo que sepamos estimular con agudeza. Las cuitas del chavismo le pertenecen a su elenco. Sin embargo, por sus efectos, involucran a toda Venezuela: ellas nos exigen una mirada desprovista de prejuicios y una interpretación estratégica. La hostilidad de los meses que vienen nos necesita inclinados a la frialdad y al modelo de Mandela. Deberemos aportar tolerancia a los disidentes revolucionarios, para ganarnos -con el ejemplo- la tolerancia que hemos reclamado por años. Es perceptible la aspiración de que el reconocimiento a “la otredad” sea bidireccional: todos deseamos respeto. Las transiciones son harto complejas y necesitan del indispensable ingrediente de la confianza, a la que hay que reconstruir -de lado y lado- con señales inequívocas de grandeza. La justicia no es venganza.

Es comprensible que la disidencia revolucionaria trabaje para impedir que Chávez les etiquete de “traidores”. Pero ella no debe despreciar lo que está del otro lado de la acera. Al hacerlo, se obstruirían rutas de reencuentro y se reforzarían los temores ficticios sobre la ingobernabilidad de un país sin Chávez a la cabeza.

Si el plan de una “tercería” no prospera, las circunstancias impondrán otro tipo de acuerdos. El peligro unirá al país. En el desierto, los que están de vuelta aprenderán que la Unidad también los convoca y que de nada sirve agigantar las diferencias. Los problemas ideológicos están planteados con Chávez, pero esos no son los que le interesan a Venezuela.


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jueves, 25 de marzo de 2010

DECLARACIÓN DEL GRUPO LA COLINA A.C. SOBRE DETENCIONES ARBITRARIAS DE OSWALDO ÁLVAREZ Y GUILLERMO ZULOAGA

EL GRUPO LA COLINA A.C. comprometido con los valores y principios democráticos, y el respeto al Estado de Derecho y las libertades públicas, quiere manifestar su repudio a la persecución de que ha sido víctima el político venezolano OSWALDO ÁLVAREZ PAZ y del dueño de medios, GUILLERMO ZULOAGA, que los ha conducido a sus detenciones arbitrarias y sin justificación alguna.
Con estas detenciones injustas se pretende criminalizar a personas por el solo hecho de ejercer su derecho a opinar libremente consagrado en la Constitución Nacional.
Con estas detenciones se evidencia, una vez más, la utilización perversa de los jueces con fines estrictamente políticos.
Con estas detenciones, muestra el régimen actual de Venezuela su desprecio por el ordenamiento jurídico y su irrespeto por los principios de separación y autonomía de los poderes públicos.
Con la detención de ÁLVAREZ PAZ y GUILLERMO ZULOAGA, se pretende acallar las voces, que cada día son mayores, de rechazo a las políticas que adelanta el gobierno, y cuya deriva están conduciendo al país a la ruina económica y el caos social.
Desde El Grupo LA COLINA, queremos expresar nuestra solidaridad con OSWALDO ÁLVAREZ PAZ y GUILLERMO ZULOAGA y a sus familias en estos momentos difíciles que están viviendo.
De esta forma, repudiamos, igualmente, la persecución que sufren el resto de los presos políticos, cuyos únicos delitos son no compartir las ideas del gobierno venezolano y no someterse a sus designios arbitrarios.

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Murallas de papel

Diego Bautista Urbaneja

Uno de los aspectos más angustiantes del proceso de destrucción que está viviendo el país es el de los sentimientos de encono que se están inoculando sobre una parte de la población hacia la otra. Ciertos hábitos de argumentación que algunos gustan de practicar sostienen que la culpabilidad de los males del país en terrenos como el que estamos abordando se reparte por igual entre el oficialismo y la oposición. Es la versión actual del lenguaje "políticamente correcto" en el debate nacional. Así, por ejemplo, cuando se habla de las agresiones mutuas entre Chávez y Uribe, se habla como si las dos fueran equivalentes, cuando lo cierto es que ni por asomo encontraremos en Uribe expresiones e insultos del calibre que el de aquí ha propinado al de allá. Y así como en ese debate particular no sé la equivalencia que se pretende, está muy lejos de corresponder a la verdad, de igual modo no hay comparación entre lo que se pueda haber dicho en el campo opositor para crear animadversión, desprecio y sobre todo odio, hacia los venezolanos que respaldan a Chávez y lo que ha dicho este gobernante, y repiten sus segundos, para crear esos sentimientos hacia quienes se oponen a su proyecto político. Mientras que las fuerzas democráticas podrían hacer un video interminable con frases de Chávez donde sus opositores aparecemos como subhombres, al oficialismo le sería completamente imposible hacer lo equivalente. La forma en que Chávez describe a sus opositores y a los sentimientos que según él los animan, dibuja a esos venezolanos como seres malévolos y criminales. No hace mucho leíamos con estupor cómo el embajador Chaderton sostenía en un escrito que cuando las fuerzas democráticas -él no las llamaba así, claro está- retomaran el poder en Venezuela, lo que iban a hacer era MATAR a los chavistas. Cuesta imaginar que el embajador haya llegado a creer eso. Pero escribirlo, en la estela del discurso de su superior jerárquico final, sí que hace sentido. Tiene todo ello, en efecto, un claro sentido político. Es crear una imagen monstruosa del adversario, de modo que su posible retoma del poder sea visto como una amenaza letal para los partidarios de Chávez. Es transformar el "vienen por mí" sobre el que Chávez tanto insiste, en un "vienen por nosotros, vienen por ti". De este modo se crea en el bando propio una disposición a luchar a muerte contra un eventual triunfo democrático de las fuerzas que se oponen a Chávez y a considerar su eventual conquista del poder como un mal supremo contra el que vale todo tipo de recursos. Lo cierto es que ni por él ni por ellos : nadie va por nadie.

Aquí tenemos una asimetría esencial entre las dos visiones de la política que hoy compiten en Venezuela. Para la que lidera Chávez es esencial crear esa imagen del oponente como un enemigo mortal, cuya llegada al poder hay que combatir como cuestión de vida o muerte. Esto es un componente crucial de ese proyecto y una condición indispensable de su éxito. Por el contrario, para la concepción política que representan las fuerzas democráticas es esencial que sus adversarios políticos no los vean como enemigos mortales, y ello es condición esencial de su éxito. De ahí todas esas otras diferencias que observamos y que en verdad dan lugar a situaciones únicas. Es un caso de estudio advertir en un país democrático oír decir a un gobernante que no hay reconciliación posible con la parte del país que se le opone, porque aquí lo que se está librando es una lucha de clases sin cuartel.

Para Chávez es central mantener ese discurso de siembra de odio, para tenerlo allí como recurso de reserva en caso de una eventual derrota en el terreno de los votos. Mientras tanto, para las fuerzas democráticas es central mantener sin fisuras el discurso contrario, sin ceder ni un milímetro en la tentación de incurrir en lo que aquí hemos rechazado.

Esa contraposición seguirá caracterizando nuestro debate político. En la parte que le corresponde a Chávez, no habrá mayores variaciones. Como dato más reciente de ello, es ostensible lo que le cuesta refrenarse, cuando lo logra, para descalificar de la forma más implacable a gente que se supone de su bando cuando se le pone -dirá él- "cómica", es decir, cuando recaba independencia de criterio y exige respeto para ello. De parte de las fuerzas democráticas, desmontar ese sentimiento de odio mezclado con el de un gran temor artificialmente sembrado tiene que ser un elemento central de su conducta política. Para derribar esas murallas de papel, como quisiera uno que terminaran siendo.


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CIDH expresa preocupación por detención de Álvarez Paz

Washington.- Su "profunda preocupación por el uso del poder punitivo del Estado para criminalizar a los defensores de derechos humanos, judicializar la protesta social pacífica y perseguir penalmente a las personas que las autoridades consideran opositores políticos" expresó la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). El pronunciamiento lo realizó la instancia hemisfèrica en alusión a la reciente detención del ex candidato presidencial Oswaldo Alvarez Paz, por unas declaraciones; y por el procesamiento de la jueza María Lourdes Afiuni. En el comunicado de prensa, la CIDH reiteró lo que ya señaló en su reciente informe sobre la situación de Venezuela. "La falta de independencia y autonomía del poder judicial frente al poder político constituye uno de los puntos más débiles de la democracia venezolana, situación que conspira gravemente contra el libre ejercicio de los derechos humanos en Venezuela".

Juan Francisco Alonso
EL UNIVERSAL


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miércoles, 24 de marzo de 2010


DECLARACIÓN

Grupo Ávila

Avanza la persecución política en Venezuela

La imputación contra el dirigente político Oswaldo Álvarez Paz, parlamentario de larga y reconocida trayectoria, ex candidato presidencial y ex gobernador del estado Zulia, por los delitos de “conspiración”, “instigación pública a delinquir”, “difusión de información falsa”, “traición a la patria” y “terrorismo mediático”, delitos que podrían acarrear sentencias de entre 13 y 27 años, es la más reciente expresión de la “judicialización” de la política en Venezuela y de la aplicación del terror para acallar a quienes piensen distinto al régimen. En verdad, de lo que se le acusa es de un “delito de opinión”, no contemplado en el Código Penal de Venezuela.

Álvarez Paz es uno de los dirigentes opositores que con mayor vigor ha denunciado nacional e internacionalmente los desafueros del régimen chavista. El origen de la imputación fueron unas declaraciones hechas en un programa de televisión en las que se refirió a la investigación de la Audiencia Nacional de España, sobre la supuesta cooperación del régimen de Chávez con las FARC y la organización terrorista ETA.

Casi simultáneamente, la Asamblea Nacional de Venezuela solicitó al Ministerio Público abrir una investigación penal en contra de un directivo del canal de televisión Globovisión, por unas declaraciones que ofreció esta semana en la reunión de la Sociedad Interamericana de Prensa, al considerar que “realizó falsos y graves señalamientos en contra de Chávez, con la intención de criminalizar y dañar la imagen del gobierno”. Ya son más de 30 las personas detenidas o perseguidas por razones políticas, lo que confirma la vergonzosa judicialización de la política.

Contrariando el principio constitucional de la presunción de la inocencia, Álvarez Paz fue detenido por la policía política del régimen la noche del lunes, medida que ha sido ratificada por un juez dos días después, negándosele así su derecho a ser enjuiciado en libertad. Las recientes actuaciones del poder judicial constituyen una degradación de las libertades constitucionales y la confirmación del uso descarado de la Administración de Justicia para fines políticos, perversión ya característica en quienes hoy ejercen el poder.

Caracas, 24 de marzo de 2010


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martes, 23 de marzo de 2010

Política de la decencia
Fernando Mires


Un homenaje a Óscar Arias

1. La decencia en la política

Los políticos son personas representativas. Con su dicción nos representan en ese escenario público que es el de la política. Pero cada persona representada es un pluriverso formado por pasiones, ideales, ideologías e intereses. Es por eso que hay políticos apasionados, idealistas, ideológicos, o simplemente delegados de fracciones de esa ficción necesaria llamada voluntad popular. Ahora, como ocurre en todas las profesiones, hay políticos que actúan de modo indecente y otros que destacan por su decencia. Afirmación que lleva a explicar, primero que nada, que es lo que aquí se entiende por decencia en la política.

Nótese que escribo “decencia en la política” y no “moral en la política”. La elección de la palabra decencia y no de la palabra moral no es casual. Por supuesto, ambas nociones se cruzan y a veces significan lo mismo. No se puede, efectivamente, ser indecente y moral; o inmoral y decente. Sin embargo, hay leves diferencias que para el caso son importantes.

La moral se refiere en general a un determinado código. No hay moral sin un código moral, código que pre-escribe y pre-condiciona el comportamiento de quienes lo acatan. En cambio no hay un código de la decencia. Eso quiere decir que la decencia está mucho más cerca de la práctica cotidiana que la moral. La decencia es siempre decencia con los, y para los demás. Y si a su vez aceptamos que la política tiene lugar a través de un nos-otros y en contra de un vos-otros, la decencia va dirigida principalmente a quienes nos adversan: los otros. Porque convengamos, política es lucha política de unos contra otros.

No hay política sin polémica, sin conflicto, sin antagonismo. La política es lucha por el poder político –lo sabemos desde Maquiavelo, pasando por Weber y Schmitt, hasta llegar a Rancière y Mouffe- y desertar de esa lucha es abandonar la política. Pero ¿cómo conservar la decencia en medio de esa lucha que a veces no da cuartel? La respuesta no puede ser más sencilla: manteniéndonos dentro de los límites de la lucha política. La indecencia en política significaría en ese sentido traspasar los límites de la política. Eso quiere decir que en política todo está permitido si los medios que se usan son políticos. Y si observamos bien el problema, podríamos concluir en que la política no se diferencia demasiado del fútbol, o de otro juego colectivo, o para decirlo al modo de Wittgenstein: la política es un juego cuyo juego implica el conocimiento de las reglas del juego.

De la misma manera que en el fútbol donde si un jugador aplica las reglas del rugby debe hacer abandono del juego, un político que usa en la política los medios del comercio, de la religión, de la vida privada, o – la indecencia más grande- de los ejércitos, debe ser sacado lo más pronto posible del juego. Cada juego tiene sus reglas y cada regla tiene sus juegos. Por lo tanto, la decencia política no es igual a la decencia privada.

En cierto modo la decencia en política puede ser entendida como una traducción de la moral general en el idioma de la política. De ahí se deduce que para ser decente en política no es necesario subordinar la política a la moral general sino que basta regirse por la moral que es propia al juego político.

Un político que subordina la acción política a la moral general puede producir enormes catástrofes. Imaginemos que Churchill y Roosevelt no hubieran aceptado conversar con Stalin debido al hecho de que éste era un asesino tanto o más despiadado que Hitler. Luego, subordinar la política a la moral puede ser algo sumamente inmoral, tan inmoral como subordinar la moral a determinadas correlaciones de fuerza. En este sentido la decencia en la política se caracteriza como una actitud que tiende a mantener el equilibrio entre el dictado moral y la perspectiva política. De tal modo que no sería errado decir que el mantenimiento de ese equilibrio es lo que llamamos decencia política, y eso significa simplemente, actuar con decencia sin que la política deje de ser política.

Ahora bien, creo que pocos políticos han practicado el juego político con tanta decencia como el Presidente de Costa Rica, Óscar Arias Sánchez, decencia que ha quedado de manifiesto en los últimos discursos y declaraciones del gobernante.

2. La amenaza antidemocrática del siglo XXl

Para que quede claro: no me referiré en estas páginas al Óscar Arias mediador que dirigió las conversaciones para pacificar los conflictos militares en América Central, sobre todo en Nicaragua y El Salvador, razón por la cual fue honorado por el premio Nobel de la Paz en 1987. Tampoco me referiré al Óscar Arias de la crisis de Honduras del 2009. Tampoco me referiré a Óscar Arias como gobernante, tarea por la que debe ser evaluado por los costarricenses. En esas diferentes actividades Óscar Arias ha brillado por sus dotes diplomáticas y por su capacidad negociadora; de eso no cabe duda. Sin embargo, ni la diplomacia ni la gobernabilidad son tareas esencialmente políticas, y si lo son, corresponden al espacio menos político de la política.

Como mediador Arias estaba obligado a no tomar partido por ninguna de las partes en conflicto. Y no puede haber algo menos político que no tomar partido. Además, como todo gobernante que se precie de serlo, debía gobernar para todos los ciudadanos de su nación, fueran ellos de gobierno o de oposición. La diplomacia y la gobernabilidad son, desde luego, tareas muy importantes para el mantenimiento del juego político pero no son en sí, políticas. Esto es importante remarcarlo.

Al Óscar Arias a quien me referiré entonces es al gobernante que llegada la hora de despedirse de su cargo, ya liberado de las responsabilidades que implica la mediación y el dialogo, asume una posición defensiva y combativa a la vez, en contra de los nuevos enemigos de la democracia en América Latina.

Pocas veces un Presidente ha sido tan preciso como Arias al momento de marcar el terreno entre las fuerzas que se enfrentan y enfrentarán en el futuro inmediato: las de la democracia y las de la antidemocracia. Se trata de una nueva línea divisoria que tiene poco que ver con la lucha entre las derechas y las izquierdas. Después de todo, ni derechas ni izquierdas tienen en América Latina un pasado democrático que les permita sentirse demasiado orgullosas de sí mismas. La línea que traza Arias en cambio, cruza tangencialmente a izquierdas y derechas. Es, entiéndase bien: “otra” lucha.

Por lo tanto, al Óscar Arias al que me referiré, es al combatiente político que, tomando partido por la democracia y en contra de sus enemigos, propone alinear posiciones en el espacio del juego internacional llamando tácitamente a formar un frente (donde tengan cabida gobiernos de izquierda y de derecha) en contra de la amenaza antidemocrática que representan –digámoslo sin rodeos- los gobiernos del “socialismo del siglo XXl” comandados por Cuba y Venezuela. Gobiernos que si bien, sobre todo en sus fases de ascenso han contado con considerable apoyo popular, portan consigo la impronta de nuevos autoritarismos e incluso de formas dictatoriales que después del fin de la Guerra Fría parecían haber sido superadas.

3. ¿Qué hicimos mal?

El llamado de Óscar Arias comenzó a tomar forma el año 2009 a través de un discurso pronunciado en la Quinta Cumbre de las Américas, en Trinidad Tobago, el 18 de Abril del 2009. En esa ocasión dijo: “Tengo la impresión de que cada vez que los países caribeños y latinoamericanos se reúnen con el Presidente de los Estados Unidos es para pedirle cosas o reclamarle cosas. Casi siempre es para culpar a los Estados Unidos de nuestros males pasados, presentes y futuros”.

Esas frases no pueden ser separadas de su contexto histórico.

Era la primera vez que los gobernantes latinoamericanos se reunían con el Presidente Obama y muchos no querían perder la oportunidad de dar fe pública de vocación anti-imperial. Sobre todo uno, quien obsequió a Obama el quejumbroso libro de Eduardo Galeano “las venas abiertas de América Latina”, libro destinado a demostrar que los latinoamericanos son eternos menores de edad, víctimas inocentes de los EE UU. Pero la alocución de Óscar Arias les aguó definitivamente la fiesta.

Ya la simple pregunta (¿Qué hicimos mal?) desactiva la paranoia anti-imperial de algunos gobernantes. Y escribo paranoia no como metáfora ni como analogía, sino en el exacto sentido del término. Desde esa perspectiva cabe diferenciar los daños que ha causado EE UU en el periodo de la Guerra Fría, que admitámoslo, no son pocos, de la presencia de una potencia destinada a destruir Latinoamérica que es la imagen alucinada que buscan expandir los gobernantes del ALBA.

“¿Qué hicimos mal? Es una pregunta casi terapeútica pues exige asumir la responsabilidad frente a las miles de desgracias, desgobiernos, dictaduras y otras calamidades que marcan la historia del continente y de las cuales los EE UU no tienen siempre mucho que ver. Y asumir la responsabilidad significa, en exacto sentido, responder. De más está decir que nadie respondió al discurso de Óscar Arias. Para los presidentes latinoamericanos siempre será más cómodo hacer creer que la culpa de todos los desastres – incluyendo los terremotos- la tiene un imperio omnipotente situado más allá de toda historia y de toda realidad.

Vano fue que Arias hubiera pasado lista a una serie de temas que son de responsabilidad exclusiva de los gobiernos: los exiguos presupuestos acordados a la educación en comparación a los gastos en materiales de guerra destinados no a luchar contra “el imperio” sino a asesinarse entre naciones vecinas; la carga tributaria que en algunas naciones alcanza un 12%; los bajos salarios públicos y privados y la miseria académica de las universidades, convertidas algunas en meros centros de formación ideológica.

La creencia en ese imperio del mal que no deja ser a los latinoamericanos lo grande que habrían sido si los EE UU no existieran, tiene profundas raíces psíquicas, lo que es fácilmente entendible puesto que los EE UU son la nación más poderosa de la tierra, no están presentes en la vida cotidiana de los latinoamericanos y están enredados en cruentas y lejanas guerras. Es decir, los EE UU son un objeto ideal de agresión simbólica. Sin embargo, más allá de un notorio y casi colectivo complejo de inferioridad hay, además, una indecente instrumentalización de la noción de “imperio”; y eso ya no tiene nada que ver con la psicología.

El imperio es para los gobernantes “revolucionarios” una tautología: el motivo que justifica la lucha en contra del imperio. Esa, a su vez, es la razón que según ellos obligará a clausurar el juego político en aras de un estado de excepción permanente a fin de criminalizar a los miembros de cualquiera disidencia, no como simples enemigos políticos sino como agentes del imperio.

El caso más patético es el del gobierno de Venezuela, país que no tiene ningún problema político, ni territorial, ni económico con los EE UU. Y sin embargo, no hay nadie que necesite más del imperio que Chávez. En cierto modo es el presidente más pro-imperialista de América Latina. No sólo porque sin las exportaciones a los EE UU la economía petrolera no funciona; no sólo porque al desmantelar la industria nacional y desalentar inversiones externas debe importar hasta alimentos de los EE UU sino, sobre todo, porque sin ese supuesto imperio toda la ideología chavista se viene al suelo. Quizás Chávez, en su inconsciente, quisiera ser agredido por un imperio de verdad. Su sueño no realizado es, como es sabido, repetir la historia cubana en todas sus fases. Necesita con urgencia de otra “Playa Girón”.

Cuba, a la hora de la toma del poder por parte de Castro y los suyos tuvo serios problemas económicos con los EE UU. Las expropiaciones a empresas norteamericanas fueron reales y la respuesta agresiva del gobierno de los EE UU es bastante conocida. En esas condiciones Castro logro aparecer como el auténtico representante de la nación frente al poderoso enemigo externo, áurea semiromántica de la cual todavía profita el cruel régimen que impera en la isla. Que Castro se hubiera unido con el peor enemigo de los EE UU, en ese tiempo la URSS, fue visto fuera de Cuba como un acto de defensa de la soberanía nacional frente a las amenazas de USA. En ese sentido Castro actuó según la lógica de la Guerra Fría. Chávez, a su vez, quiere repetir la historia, pero en condiciones totalmente diferentes.

A fin de convertirse en el héroe nacional que alguna vez fue Castro, Chávez ha injuriado sin cesar a los gobernantes norteamericanos esperando quizás una respuesta militar que lo llevará, en sus delirios, a convertirse en el símbolo heroico del antimperialismo del siglo XXl. Vano intento. En el colmo de su desesperación, busca como Castro unirse con los enemigos potenciales y reales de EE UU como son Rusia, Irán, Libia o las FARC. Hasta en ese punto falla. La alianza de Cuba con la URSS fue el resultado del cisma entre la isla y los EE UU. Chávez en cambio quiere unirse con Irán (y otros) para producir un cisma con los EE UU. Sin embargo, Chávez está dispuesto a tensar el conflicto con los EE UU siempre y cuando no se convierta en un conflicto real, es decir, él quiere jugar con el fuego pero sin quemarse. Ahí reside el fondo de su indecencia política: utilizar su (inexistente) lucha en contra del (inexistente) imperio como pretexto que lo llevará a ejercer un poder dictatorial en nombre de la defensa de una nación agredida por nadie.

De ahí que la pregunta, aparentemente tan inocente de Óscar Arias (¿Qué hicimos mal?) no puede ser respondida por aquellos que necesitan de la existencia de un imperio que concentre en sí mismo toda aquella indecencia de la cual ellos, y nadie más que ellos, son portadores.

4. La verdad política

Si en Bermudas 2009 Arias hizo un llamado a los gobiernos latinoamericanos a asumir la responsabilidad que les corresponde sin recurrir a la coartada de un imperio que ya hace mucho tiempo dejó de actuar en América Latina, en la siguiente reunión de la Cumbre que tuvo lugar en Cancún, México, el 23. 02 de 2010, Óscar Arias decidió pasar directamente a la ofensiva. Su discurso de despedida es, sino un testamento, por lo menos un legado político de indudable interés. En ese discurso no solamente se pronunció Arias en contra de la coartada del imperio imaginario sino, además, delineó en términos precisos el verdadero peligro que amenaza al continente: el aparecimiento de lo que él llamó, gobiernos “tentaculares”.

Las palabras pronunciadas por Arias estaban respaldadas por una experiencia reciente: la de haber servido de mediador en la crisis de Honduras de Junio del 2009. Ahí Arias pudo observar como su proyecto contenido en los siete puntos de su plan fue boicoteado desde Caracas y la Habana, lugares donde era fraguada una insurrección cuyo objetivo era provocar una guerra civil en la nación hondureña. Una guerra que restaurara al peón de Chávez, el derrocado presidente Mel Zelaya, y desalojara el gobierno interino de Roberto Micheletti.

Óscar Arias, como todo demócrata, había condenado al golpe de Estado que derribó a Zelaya. Pero como avezado político entendió rápidamente que la tarea fundamental después del golpe era restaurar la democracia en ese país, democracia que no podía ser representada por Zelaya (había violado la Constitución), tampoco por el gobierno interino, y en ningún caso mediante el ascenso directo de los militares al poder.

Al final, como sabemos, los puntos principales del Plan Arias se cumplieron pese a los intentos del castro-chavismo por violentar la política hondureña. La pertinacia y sagacidad de Micheletti, la experiencia de la diplomacia norteamericana y la retirada de la escena de la mayoría de los países latinoamericanos -con la excepción vergonzante de Brasil quien cedió su propia embajada para que fungiera de foco insurreccional chavista-zelayista- aislaron al intervencionismo venezolano. Así, la democracia en Honduras pudo ser reestablecida mediante elecciones libres y secretas, y con una más que amplia participación electoral.

Y sin embargo, gracias a la miseria de la OEA, gracias a la complicidad de Lula, gracias a las maniobras de Chávez, gracias a la apatía de los gobiernos democráticos de la región, la Honduras republicana y demócrata no estaba representada en la Cumbre de Cancún. Sí lo estaba, en cambio, Cuba, país en donde el mismo día que Arias habló, Guillermo Fariñas Hernández moría de hambre en las mazmorras de los Castro, asesinado por luchar por su dignidad y la de su pueblo. En medio de una sórdida complicidad con la tiranía castrista, sólo se escucho en Cancún una sola voz decente, la de Óscar Arias. En esa ocasión dijo: “Es lamentable que en esta Cumbre de la Unidad se reúnan países que se arman los unos en contra de los otros. Y es también lamentable que en esta Cumbre de la Unidad se encuentre ausente el gobierno de Honduras, cuyo pueblo es víctima del militarismo y no merece castigo, sino auxilio”.

Todavía Arias no sabía del asesinato cometido a Orlando Zapata. Ello lo obligó a hacer una declaración publicada por el diario “El País” el 13 de marzo del 2010. En ese texto podemos leer lo siguiente: “Los presos políticos no existen en las democracias. En ningún país verdaderamente libre uno va a prisión por pensar distinto. Cuba puede hacer todos los esfuerzos de oratoria que desee para vender la idea de que es una “democracia especial” , pero cada preso político niega en la práctica esa afirmación” “ Siempre he luchado por una transición cubana hacia la democracia. Siempre he luchado para que ese régimen de partido único se convierta en un régimen pluralista y deje de ser una excepción en el continente americano. Estoy convencido de que en una democracia, si uno no tiene oposición, debe crearla, no perseguirla, reprimirla y condenarla a un infierno carcelario, que es lo que hace el régimen de Raúl Castro” (....) “Estoy conciente de que al hacer estas afirmaciones me expongo a todo tipo de acusaciones de parte del régimen cubano. Me acusarán de inmiscuirme en asuntos internos, de irrespetar su soberanía y, casi con certeza, de ser un lacayo del imperio. Sin duda soy un lacayo del imperio: del imperio de la razón, de la compasión y de la libertad. No voy a callarme cuando se vulneran los derechos humanos. No voy a callarme cuando se pone en jaque la vida de los seres humanos por defender a ultranza una causa ideológica que prescribió hace años. He vivido lo suficiente para saber que no hay nada peor que tener miedo a decir la verdad” Muchos dirán: esas no son las palabras de un político real; esas son las palabras de un predicador. O dirán también: esas son las palabras de alguien que se despide, no de un político que está actuando. En fin, otros dirán, además, que cuando no se tienen responsabilidades que cumplir es muy fácil rendir culto a la verdad.

Vamos por partes. Por cierto, Arias es un político y no un servidor de la verdad absoluta. Basta recordar que durante su gobierno dijo una que otra frase halagadora a los oídos de Chávez. Pero también no fueron pocas las veces que expresó el peligro que representa el castro-chavismo en el contexto latinoamericano. Es cierto sí que como político Arias estaba obligado a mantener relaciones de compromiso, incluso con gobernantes que detestaba. Y que la razón de Estado no es la misma que la razón moral de cada ciudadano es algo que Arias sabe si no por lecturas, por experiencia. A un político, por lo demás, es imposible exigir que diga a cada momento la verdad; basta con que no diga mentiras. Esa es también la diferencia entre un intelectual y un político. Mientras un intelectual está obligado a decir lo que piensa, aunque el mundo se venga abajo, el político debe decir la verdad en el momento propicio y en el lugar preciso. Ahora, lo importante es que Arias la dijo. Hay que recordar, además, que no sólo Arias abandonaba su gobierno; otros gobernantes ahí presentes también debían hacerlo pronto. Pero, a diferencias de Arias, los demás callaron; indecentemente callaron.

Que a veces lo políticos deben callar en aras del cumplimiento de objetivos decisivos, es evidente. Para volver al ejemplo anterior: si Churchill y Roosevelt hubieran enrostrado a Stalin los espantosos crímenes que cometía en la URSS, habrían corrido el peligro de arruinar la alianza militar anti-nazi. Pero esa era una situación límite, en nada parecida a la ocurrida en la Cumbre de Cancún. El mismo Arias, por lo demás, está de acuerdo en cobijar a la antidemocrática Cuba en el espacio latinoamericano pues ahí pertenece histórica y geográficamente. Pero no al precio de silenciar crímenes horribles como los que se cometen en la isla. Raúl Castro puede irse de, y volver a la Cumbre, y América Latina va a seguir existiendo tan bien o tan mal como antes.

La decencia de Arias es una decencia política y no puramente moral, ni mucho menos moralista. Por una parte, no hay mayor decencia en política que decir la verdad, y Arias la dijo. Por otra parte, eligió políticamente el lugar y la hora para decirla. Y, por último, y este es el punto decisivo que separa a la moral pura de la decencia política: Arias dijo la verdad en función de una perspectiva, y con el propósito de polemizar abiertamente con un enemigo político identificado y al que propone derrotar: el castrochavismo y sus seguidores.

En fin, y a riesgo de repetirme, la decencia política, a diferencia de la privada, para que sea política debe atender, en primer lugar, a una perspectiva política, y en segundo lugar, a un enfrentamiento político con un enemigo real y no imaginario. O dicho de otro modo: el discurso que pronunció Arias en Cancún no es sólo la proclamación de un par de verdades. Es, además, una declaración de abierta hostilidad a quienes considera los peores enemigos de la democracia latinoamericana.

5. Gobiernos tentaculares

Siguiendo el discurso de Óscar Arias, la democracia latinoamericana se encuentra amenazada por el surgimiento de diversos gobiernos que reúnen las siguientes características:

1. Son reaccionarios, pues intentan restaurar los discursos y la lógica de la Guerra Fría.

2. Son democráticos de origen, pero no de ejercicio.

3. Intentan borrar las fronteras entre gobierno, Partido y Estado.

4. Proponen sustituir a la democracia representativa por una supuesta democracia participativa.

De acuerdo al primer punto dijo Arias: “A pesar de los discursos y los aplausos lo cierto es que nuestra región ha avanzado poco en las últimas décadas. Muchos quieren abordar un vagón al pasado, a las trincheras ideológicas que dividieron al mundo durante la Guerra Fría”.

El carácter restaurativo de dichos gobiernos se deja ver, además, en el hecho de que, o son gobiernos militares, como es el caso de Cuba o Venezuela, o integran a los ejércitos tradicionales en el nuevo aparato de poder. De este modo, el Estado militar que parecía haber desaparecido después de la Guerra Fría, está siendo restaurado; esta vez en nombre de la revolución. En Bolivia, por ejemplo, los militares ya corean la consigna cubana: “Patria o Muerte”. Por supuesto, a los altos oficiales les da lo mismo corear cualquier consigna, sea de izquierda o de derecha. Lo que les importa, y antes que nada, es acceder al poder; y lo están haciendo.

En el segundo punto Arias fue muy preciso: “No se debe confundir el origen democrático de un régimen con el funcionamiento democrático del Estado. Hay en nuestra región gobiernos que se valen de los resultados electorales para justificar su deseo de restringir libertades y perseguir a sus adversarios. Se valen de un mecanismo democrático para subvertir las bases de la democracia”.

No hay, en verdad, nada más frágil que una democracia. Hasta las más evolucionadas se encuentran expuestas a que en medio de una crisis, de las tantas que vive una democracia normal, bandas bien organizadas logren hacerse del poder apelando a recursos populistas y demagógicos. Incluso la vieja democracia francesa se vio una vez amenazada por los truhanes racistas de Le Pen. Hoy el racismo populista arrecia peligrosamente en Holanda. Con mayor razón, el asalto a la democracia mediante la utilización de medios democráticos es un peligro latente en América Latina, cuna de tantos demagogos.

Según el tercer punto, dijo Arias: “Honrar la deuda con la democracia quiere decir mucho más que promulgar constituciones políticas, firmar cartas democráticas o celebrar elecciones periódicas. Quiere decir construir una institucionalidad confiable, más allá de las anémicas estructuras que actualmente sostienen nuestros aparatos estatales. Quiere decir garantizar la supremacía de la Ley y la vigencia del estado de Derecho, que algunos insisten en saltar con garrocha. (....) Quiere decir fortalecer el sistema de pesos y contrapesos, profundamente amenazado por la presencia de gobiernos tentaculares, que han borrado sus fronteras entre gobernante, partido y Estado”.

Borrar las fronteras entre gobernante, partido y Estado es un ideal de los gobiernos del socialismo del Siglo XXl. En Venezuela Cuba y Nicaragua ese ideal ya ha sido convertido en realidad. El Partido de Estado ha llegado a ser en esos países la representación partidaria de los deseos del máximo líder. En Bolivia, la desaparición de esas fronteras ha alcanzado incluso un estatuto teórico. El Vicepresidente de la nación, Álvaro García Linera, ha desarrollado, por ejemplo, la teoría del “Estado integral”, teoría según la cual al tener lugar una “revolución en el Estado”, son borrados los límites entre representantes y representados, entre sociedad civil y sociedad política. El integrismo estatal parece ser la versión subdesarrollada y latinoamericana del totalitarismo europeo. A esos gobiernos integristas que se apoderan del Estado hasta convertir al Estado en gobierno y al gobierno en Estado los llama Óscar Arias “gobiernos tentaculares”.

Y de acuerdo al punto cuarto, especificó el ex Presidente: “Y ojalá también sepan (nuestros pueblos) resistir la tentación de quienes les prometen vergeles detrás de la democracia participativa, que puede ser un arma peligrosa en manos del populismo y la demagogia. Los problemas de Latinoamérica no se solucionan con sustituir una democracia representativa disfuncional, por una democracia participativa caótica”.

Como es sabido, quienes siguen a los gobiernos integristas (o tentaculares) de nuestro tiempo aducen siempre de que se trata de un nuevo tipo de democracia, a la que llaman democracia participativa en contraposición a la democracia representativa (o burguesa). Aquello que no entienden es que en sentido político no puede haber ninguna contradicción entre participación y representación. La democracia delegativa es de por sí participativa puesto que la elección de los delegados, desde el más modesto concejal hasta llegar al Presidente, implica una abierta participación de los electores, participación que comienza mucho antes de las elecciones.

En una democracia representativa todos tenemos derechos a ser representantes y si no lo somos es porque no podemos o no lo deseamos. La razón es que en una democracia representativa la política es sólo una profesión entre muchas. Hay, además, muchas otras profesiones mediante las cuales participamos en la sociedad. Si no elegimos la profesión política, que es sólo una entre tantas, es porque nos importa más el ejercicio de otra profesión. Es por eso que si no nos interesa ser representantes pagamos con nuestros impuestos a alguien para que juegue ese papel del mismo modo que cuando estamos en pleito pagamos a un abogado para que nos represente ante la justicia. Nadie puede ser obligado, como ocurre en las dictaduras, a formar parte de la llamada democracia participativa.

Por lo demás, la mayoría de los regímenes políticos que defienden la noción de la democracia participativa son simples y miserables dictaduras. Y la razón es obvia: la llamada democracia participativa implica, en la mayoría de los casos, acatar y transmitir las ordenes que han sido tomadas desde el gobierno tentacular. Las llamadas bases, consejos comunales, círculos revolucionarios, comités de defensa de la revolución, misiones, soviets, poder ciudadano, poder popular y otros nombres similares, no pasan de ser apéndices de un Estado integral que organiza la participación desde arriba hacia abajo; jamás desde abajo hacia arriba. En fin; la democracia participativa que ha sido levantada por los regímenes neodictatoriales de América Latina no es más que una crema cosmética del antiguo corporativismo fascista y/o estalinista que fue derrotado en Europa y hoy vuelve a renacer en el continente.

Contra esos peligros y otros, ha llamado a luchar Óscar Arias Sánchez, uno de los políticos más decentes de nuestro tiempo.



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Invictus
Teodoro Petkoff

La película Invictus, que narra uno de los episodios capitales de la vida de Nelson Mandela, dirigida por Clint Eastwood y con Morgan Freeman en el rol del gran líder y estadista surafricano, contiene un poderoso mensaje político, que viene como anillo al dedo en las presentes circunstancias nacionales. El film da cuenta de cómo Mandela hizo uno de lo que eran en la práctica dos países, divididos y polarizados por el apartheid, el monstruoso sistema de discriminación racial y explotación implantado por 4 millones de afrikaaners –como se autodenominaban los surafricanos blancos– sobre 40 millones de surafricanos negros. La lucha de décadas culminó con la liquidación del apartheid y con la victoria electoral de Nelson Mandela, quien tras 28 años de prisión asumió la presidencia de su país. Es a partir de este momento cuando se reveló, en toda su dimensión, el genio de Mandela y a lo que se refiere la película.

Comprendió que si su gobierno –y los que le siguieran– se sustentaba sobre una base estrictamente racial, reproduciendo, pero a la inversa, el horror de la discriminación, con la Suráfrica negra vengando más de un siglo de humillación y explotación, el país no tenía futuro y muy probablemente lo que lo esperaba era la guerra civil.

Zimbabue, en suma. La película cuenta cómo realizó el milagro de que las dos comunidades se aceptaran la una a la otra, se reconciliaran, cuando ambas tenían motivaciones suficientes para odiarse eternamente. No es la historia de un santo ni de un Gandhi, sino la de un estadista, la de un político de muy larga visión estratégica y de una soberbia maestría táctica, quizás una de las más admirables figuras del siglo XX. Mandela podía jugar duro cuando era necesario, tanto como para voltear con el puro peso de su autoridad, una votación democrática entre los suyos, que, sin embargo, contradecía sus propósitos. Su seca respuesta, en otro momento, “ellos tienen el ejército, la policía y la economía”, hizo pisar tierra a quienes le daban casquillos para ejercer las que consideraban justificadas formas de retaliación.

Pero no vamos a contar la película. Hay que verla. Sin embargo, cuando se oyen voces, minoritarias por fortuna, que conciben la salida de Chávez de la presidencia como el día del pase de facturas, a lo 11A de 2002, es como para preguntarse si estos once años no han enseñado otra cosa que imaginar el futuro como una repetición, desde el otro lado, de lo que hoy se condena, con toda razón, en Chávez.

Una presencia de la oposición en la Asamblea Nacional, minoritaria o mayoritaria, y en este segundo caso, con más razón, sería apenas un nuevo paso en el desarrollo de la estrategia democrática de despolarizar el país, de re-pluralizarlo, de sentar las bases para superar las consecuencias de la división y la confrontación permanentes y para que, desde la oposición, se pueda asumir el país como una totalidad, donde la inclusión de unos no sea a costa de la exclusión de otros, de modo tal que la derrota electoral de Hugo Chávez, en 2012, no conduzca a la apertura de un nuevo ciclo de violencia y confrontación.



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ISABEL PEREIRA (CEDICE): "La gente está harta de vivir de los subsidios y reclama trabajo"


-¿Resulta aceptable ese lamento por la pérdida progresiva del derecho a la propiedad privada que manifiestan, sobre todo, los sectores políticos y empresariales del país?

-Desde hace tiempo vengo manejando una hipótesis sobre el choque de valores que se está dando entre las masas adictas al proceso bolivariano. Y es que la gente no acepta la posibilidad de que la propiedad privada sea erradicada o sustituida por la propiedad colectiva. Los chavistas, en su mayoría, sostienen que se trata de un derecho que el Gobierno no puede liquidar. De manera que mientras más se avanza en esa dirección, más clara está la gente de lo errático de ese camino, aun cuando siga apoyando al proceso. Y eso se puede constatar a lo largo y ancho del país.

-¿De qué manera?

-No se trata únicamente de una experiencia personal, es el trabajo que venimos haciendo alrededor de cinco mil personas por todas las regiones y estados. La gente no quiere que su casa se convierta en un bien colectivo o que le afecten su posibilidad de crear patrimonio. Además, el tema de la propiedad privada supera a la polarización porque 95% de la población piensa lo mismo.

-Una cosa es lo que piensa la inmensa mayoría de los venezolanos y otra es que pueda evitar que el Gobierno continúe con su política de estatizaciones?

-Es cierto, pero también lo es que el Gobierno ha debido atenuar y hasta paralizar esa política en ciertos momentos. Los trabajadores se oponen a las estatizaciones de las empresas y se están organizando en su defensa, algo que antes resultaba impensable. Y lo hacen porque saben que están defendiendo su derecho al trabajo. Así que el rechazo a esa política ha crecido mucho más que el proceso de estatizaciones. En este momento se están dando fenómenos como la alianza de sindicatos de oposición y afectos al Gobierno para evitar que se le siga poniendo la mano al sector privado.

-¡Dónde está ocurriendo eso?

-En una de las empresas más grandes del estado Táchira. Allí, luego de haber fomentado la estatización y al observar la suerte que han corrido las empresas expropiadas, el sindicato oficialista le propuso al de oposición unificar esfuerzos en defensa de la empresa. En Yaracuy hay siete fundos zamoranos expropiados hace cinco años y que se encuentran en estado de abandono total. Ante esa situación la gente de los consejos comunales le está exigiendo explicaciones al INTI y advierte que no va a entregar sus tierras para que ocurra exactamente lo mismo. Hay un nivel de conciencia creciente que se resiste a la demagogia y al fracaso demostrado de una política en la que nadie cree.

-Eso puede ser verdad pero el proceso de estatizaciones continúa.

-Pero debemos despojarnos de tanto pesimismo y de actitudes que induzcan al desaliento Lo importante es profundizar ese nivel de conciencia porque ya sabemos que, además del fracaso garantizado, las confiscaciones de propiedad sólo sirven para crear privilegios y enriquecer a grupos de poder, mientras que no se le ha entregado un solo título de propiedad a ninguno de los trabajadores adscritos a las empresas estatizadas. En este caso la única finalidad es el crecimiento del patrimonio del Estado.

-¿Hay conciencia de esa situación entre la dirigencia de oposición?

-Yo no entiendo por qué los partidos políticos no asumen esa defensa al lado del pueblo. Está claro que el Gobierno tiene todo el poder pero, aun así, no ha logrado transferirle sus tesis ideológicas al grueso de la población y de allí la fortaleza rocosa de un rechazo creciente. Por eso es que debemos transmitir optimismo y no actitudes derrotistas.

El problema es que el Gobierno, antes que retroceder, radicaliza su posición. Ahí está el caso de los galpones de la Polar en Barquisimeto, ordenada pese a la oposición de un gobernador cuya popularidad es indiscutible.

-Pero se está actuando contra los trabajadores, contra la opinión de la población, que observa cómo los proyectos de viviendas para el estado Lara han sido totalmente abandonados. Además, no se trata de simples galpones, sino de centros de procesamiento y distribución de productos en los que trabajan miles de personas. Ellos podrán actuar con la fuerza, pero han ido perdiendo el apoyo y la credibilidad de las grandes mayorías, buena parte de las cuales están siendo afectadas. Por eso no han podido imponer dogmas marxistas como que la lucha de clases es el gran motor que mueve a la historia. Allí hay una dinámica en progreso y eso es lo importante. Una sociedad en movimiento.

-¿Por qué un pobre sin casa ni automóvil ni trabajo, habría de defender una propiedad de la cual carece?

-Este no es un país donde hay gente que no tenga nada. Incluso, es posible que así sea, pero la mueve la inmensa esperanza de que va a tener. Venezuela es la tierra de las oportunidades y la apertura hacia la superación es mayor que en otras sociedades. Todos aspiramos a ser propietarios, soñamos con la posibilidad de construir algo, de crear un patrimonio que podamos legarle a nuestros hijos. Nosotros no defendemos la propiedad de quienes tienen, de los ricos, sino el derecho a poseer. Y esas son las bases de una sociedad libre. Si estudio y trabajo puedo superarme.

-¡De verdad crees que un venezolano que recibe una beca de las misiones y tiene asegurada su alimentación gracias a Mercal, va a cambiar eso por la obligación de levantarse todos los días a la cinco de la mañana para marchar a una fábrica?

-Ese es un punto clave. La gente está harta de vivir de subsidios, que me lo dan o me lo quitan si voy o no a una manifestación, si me pongo la franela roja o no me la pongo. "Yo quiero un trabajo decente, ganarme mi vida, no quiero que me regalen nada".

-¿De dónde sacas eso?

-Eso es lo que dice la gente en la calle, luego de haber salido del letargo provocado por la hemorragia de subsidios porque hasta la comida se le daba en las casas de alimentación. Se les decía, también, "no salgas a a trabajar, aquí tienes la beca. Un cosa bárbara. Ahora dicen: "me siento humillado cuando voy a cobrar el subsidio porque me ven como alguien que va a mendigar. Yo lo que quiero es un trabajo" Y eso no son inventos míos, sino testimonios que recojo en los consejos comunales, que se han convertido en verdaderos semilleros del cambio y en estandartes de posiciones opuestas al credo oficial. Allí no hay masas pasivas que acatan órdenes, sino seres humanos que realizaron los diagnósticos de sus comunidades, reconocieron sus necesidades, establecieron sus prioridades y ahora exigen soluciones a problemas concretos, no dádivas.

-Sin embargo, en el venezolano existe la noción de que los empresarios son unos explotadores.

-Ese es un mito que se ha manejado de mala manera. Las estadísticas y datos recabados en nuestros encuentros con los trabajadores dicen que éstos consideran su futuro ligado al de la empresa. Hay críticas a algunos patronos, pero los trabajadores señalan que quieren la existencia de muchas empresas, al tiempo que rechazan al Estado como el único patrón porque eso los ata a sus designios y pierden libertad de elección. La gente esgrime las mismas razones que destruyeron al mundo socialista. De manera que no es una crítica fundamental a la empresa sino a determinados empresarios que deben cambiar su conducta y esa necesidad de toma de conciencia forma parte de nuestro trabajo. Así que aquí no hay bases para un lucha de clases.

Roberto Giusti
EL UNIVERSAL


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Impugnan lista de elegibles por ausencia de presos políticos

La exclusión de los presos políticos de la lista de elegibles para integrar las juntas y mesas electorales que se activarán para las elecciones parlamentarias provocó que ABP, UNT, PJ, MAS Y LCR impugnaran la base de datos que debe emplearse este miércoles y jueves para escoger a los 607.182 ciudadanos que deberán cumplir el servicio electoral obligatorio. Según Caracciolo Betancourt, secretario de Asuntos Electorales de ABP, después de auditar la lista de elegibles y el software de selección se comprobó "la ausencia de los presos políticos". Betancourt sostiene que "la primera gran ilegalidad y violación constitucional a la Ley Orgánica del Poder Electoral (Lope) es la ausencia de Richard Blanco y la totalidad de los presos políticos, ya que al ser excluidos de esta base de datos no van a ser tomados en cuenta para el sorteo, por eso estamos impugnando". El secretario de Asuntos Electorales de ABP considera que con esta decisión la Junta Nacional Electoral está violando el Título Séptimo de la Ley Orgánica del Poder Electoral, además de los derechos humanos y ciudadanos de los presos políticos.

Los partidos que impugnaron el listado de elegibles aspiran a que los integrantes de la Junta Nacional Electoral expliquen "las razones políticas, jurídicas y humanas" ante la exclusión de los presos políticos del sorteo. Por su parte, Vicente Bello, representante de UNT ante el Poder Electoral, sostiene que legalmente no se puede asociar esta ausencia con una inhabilitación para optar a cargos de elección popular. Aunque los representantes de los partidos políticos aspiraban a reunirse ayer a las 2:00 p.m. con los integrantes de la JNE, la reunión fue cancelada. No obstante, el rector Vicente Díaz aclaró que en los penales no se eligen miembros de mesa sino que éstos son escogidos del personal del recinto. Según Díaz, esta es la explicación para que los presos políticos no figuren en la lista de elegibles como miembros de mesa.

E. MARTÍNEZ
EL UNIVERSAL

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NO TIENEN ASIDERO DELITOS IMPUTADOS A OSWALDO ÁLVAREZ PAZ

Omar Estacio, abogado del ex gobernador del estado Zulia, Oswaldo Álvarez Paz, explicó de qué manera no son imputables a su defendido los delitos de los que se le acusa. Explicó que el ex mandatario está siendo acusado por conspiración cuando ésta sólo es posible cuando es concertada entre dos o más personas.

Además la conspiración se da cuando se pretende cambiar la forma republicana que esté establecida. "Se produce cuando alguien pretende cambiar el Estado a oligarquía o a Estado asociado de Venezuela con respecto a otro Estado, por ejemplo", acota. También se le imputa el delito de falsa información que es un delito nuevo incorporado en el Código Orgánico Procesal Penal hace pocos años, durante el gobierno del presidente Hugo Chávez. Este delito tampoco le puede ser imputado, agrega el abogado, porque se produce cuando se difunde una información más no una opinión, que fue lo que emitió el ex gobernador en la entrevista que le fue realizada. Además esa información debe, para ser delito, causar zozobra y pánico en la sociedad, lo que asegura el abogado no ocurrió en el caso de Álvarez Paz. "Cuál es el pánico en sociedad, no descarto que se haya producido un pánico individual pero la ley penaliza que sea pánica a un grupo grande de personas".

El abogado se mostró esperanzado en lograr la libertad del también ex candidato presidencial. "Somos abogados y creemos en la justicia, de lo contrario estaríamos haciendo una actividad diferente. Tenemos fe de que al final se va a implantar una sentencia justa y que le será restituida su libertad".
"Sabemos que el camino no es fácil pero hay que transitarlo con entereza y esperanza", finalizó.

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